FSC-CCOO Illes Balears | 20 abril 2024.

Hay que detener la violencia contra las mujeres

    Los datos son escalofriantes. En sociedades presuntamente ''desarrolladas'' las cifras de mujeres muertas a manos de hombres con algún vínculo familiar o relación sentimental dan que pensar.

    26/08/2004.

    Históricamente el papel de la mujer ha estado relegado a un segundo plano de la vida social. No tenían derecho a voto, ni al trabajo remunerado, ni a la titularidad de bienes, ni siquiera a decidir sobre su vida o sus hijos e hijas. Actualmente, la situación no ha mejorado mucho. Trabajan, votan, compran y venden bienes, eligen su maternidad (a veces), pero, siguen teniendo un lugar secundario desde la perspectiva de la igualdad con el otro sexo. Y la parte más sangrante de esa desigualdad es la violencia ejercida por los hombres contra las mujeres. Los datos son escalofriantes. En Europa, en España, en sociedades presuntamente ''desarrolladas'', las cifras de mujeres muertas a manos de hombres con algún vínculo familiar o relación sentimental dan que pensar: ¿qué desarrollo estamos teniendo? El progreso, aunque se crea lo contrario, no trae necesariamente el desarrollo. Y, socialmente, dejamos mucho que desear. La situación que vivimos, la que viven las mujeres, es una verdadera ignominia. Es una lacra social a la que hay que meter mano con urgencia. Es una vergüenza que no puede hacer sino enrojecernos de ira, enrabietarnos y gritar como frente a otras calamidades: ¡Basta ya!, ¡Nunca mais! y !no a la guerra! Porque parece una guerra lo que se está librando con la actitud de algunos que no aceptan su situación y llevan a extremos sin retorno, algo que han de asumir como es. La mujer es libre, y su vida y su futuro son solo suyos. Hemos de dar respuesta a estas situaciones de violencia. Pero, como decía la socióloga Inés Alberdi en su ''Informe sobre los malos tratos a mujeres en España''(1): ''ser capaces de reaccionar ante un fenómeno social requiere que previamente seamos capaces de verlo y nombrarlo''. La violencia contra las mujeres en España, también en otras sociedades europeas tan ''avanzadas'' o más que la nuestra, ha sido invisible. Ni se veía ni se nombraba como tal, incluso los círculos cercanos a la víctima, hasta la propia familia, decía ''algo habrá hecho para merecérselo''. Y en cuanto a los agresores, no hay un fenotipo definido porque como dice Miguel Lorente, médico forense, el único rasgo común del maltratador es ''que es varón, pertenece al género masculino y es hombre'' En 1993, en la ciudad austriaca de Viena, en la celebración de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas se declaró que ''la violencia ejercida contra las mujeres es una violación de los derechos humanos''. La violencia contra las mujeres es un problema que hay que sacar claramente y a gritos de la esfera privada, ponerle en el ágora e intervenir contra él desde todos los sectores de la sociedad. Que no sean sólo bonitas palabras. Estamos iniciando el siglo XXI y creando el ''quinto mundo'', el de la violencia contra las mujeres y, en muchos casos, contra sus hijas e hijos. Las agresiones a los seres queridos, supuestamente queridos, hacen verdad el dicho de ''hay amores que matan'' poniéndolo de rabiosa y penosa actualidad. Suena muy duro decirlo, y escribirlo, pero es la violencia por la violencia, el ataque al contrario (la contraria en el 90 por ciento de los casos) por su sexo, por ser mujer. Estamos frente a una enfermedad social del progreso. Es un virus que afecta al macho de la especie, cuando la hembra deja de ser objeto y se gana lo que es por derecho natural: sujeto social. Urge meter mano al problema. Y hacerlo a diferentes niveles de la sociedad, en diferentes estamentos muy directamente relacionados con el problema. Estamentos que, por suerte, están cambiando pero todavía soportan grandes lastres del pasado. La policía, la justicia, la administración. Hace falta educar y sensibilizar. El llanto y la compasión no bastan, hay que actuar. Y el primer campo de actuación son las escuelas, educando, y, también, la sociedad, sensibilizando. Es mucho el trabajo por hacer. Los medios de comunicación tenemos nuestra parte de responsabilidad, al repetir vicios en el fondo y en la forma de informar; que más desinforman o perpetúan esquemas, que ayudan a desmontar tópicos y crear conciencia crítica. Como me comentaba Ana María Ruiz Tagle, abogada, feminista, y presidenta del Consejo Social de la Universidad de Sevilla, ''hemos de remar juntos en la misma dirección''. Todas las barcas del estanque social han de poner proa hacia el mismo objetivo: acabar con esta lacra. No hay que enfrentarse entre sexos, sino afrontar el problema, encarar los escollos que nos impidan solucionarlo, y que los culpables enfrenten sus deudas con la sociedad. En palabras del premio Nobel de Economía, Amartya Sen: ''La desigualdad basada en el género en los ámbitos económico y social puede lesionar considerablemente el desempeño global en numerosas y diversas áreas, afectando variables demográficas, médicas, económicas y sociales. La falta de equidad en una esfera puede conducir a una pérdida de eficiencia y desigualdades en otras'' Luchar contra la impunidad, contra la indefensión. Aprovechar el cambio político y social que estamos viviendo para llegar al fondo de la cuestión. Sin victimismos, con las víctimas, y sin ''pajas mentales'', con realidades.